Para mí, dibujar, es una hermosa manera de andar metiendo la punta:
Como los toreros, los pescadores con sus lanzas de maderas, los piratas clavando sus espadas para robar tesoros.




En general, la visita de un personaje ocurre de a una, al menos en mi caso. ¿Y qué pasa cuando a la puerta de la hoja golpea una multitud, como si fueran hormigas que se te meten por todos lados? Encima me empujan desde la tinta china, a la que había dejado por largo tiempo. Porque un personaje te visita ya con la materia puesta, de la misma manera que una persona que conocemos por primera vez llega a nuestras vidas con su piel como superficie. A pesar de que la insistencia pica un poco, me parece que es una buena noticia cuando algo te saca de tu rutina creativa, siempre peligrosa para el alma. Es cierto que son bastante hincha pelotas y que me están haciendo levantar de noche, tocándome con el dedo para que me siente en la cocina, vuelva a girar la tapa del frasco de la tinta y empiece a darles a los viejos plumines en desuso, unas sesiones de ejercicios de kinesiología y masajes hasta la punta de la pluma, aunque estoy seguro que les va a encantar volver al ruedo de la aventura, que es la única manera que conozco, con suerte y viento a favor, de ser visitado por la poesía.

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